UN DÍA PERFECTO EN LA ISLA DE SAONA
Viajar es "hacer cosas", ir de un sitio a otro, marcar actividades, coleccionar momentos y volver a casa más cansado que cuando te fuiste. ¡Pero es una sensación que vale la pena tener! A veces uno busca desconectarse de la realidad y la Isla Saona, en República Dominicana, sirvió para ese día ideal en el que no se me exigió nada más que disfrutar del ser.
Isla Saona
La excursión a la Isla Saona está considerada como una de las más populares en Punta Cana.
El día comenzó con un viaje en coche desde nuestro hotel en Punta Cana hasta el pueblo de Bayahibe. Cuando llegamos, la playa estaba llena de lanchas rápidas, barcos de pesca y catamaranes. Enseguida nos subimos a un catamarán para dirigirnos a nuestro siguiente destino. De camino a la isla Saona, disfrutamos de unas maravillosas vistas de las playas caribeñas de arena blanca y aguas turquesas mientras nos tomábamos una MAMAJUANA y escuchábamos música.
La piscina natural
Nos habíamos detenido en aguas cristalinas y poco profundas, a menos de 100 metros de la línea de palmeras más bonita que he visto nunca. Y, sin embargo, seguíamos en el Mar Caribe. La "piscina" a la que se referían era una piscina natural de agua tan clara que podíamos ver los dedos de los pies y las estrellas de mar que poblaban la arena.
Piscina natural de la isla Saona
Nadamos y buceamos durante un rato en pura felicidad. Antes de darme cuenta, me tocaron el hombro. Me giré para ver a uno de nuestros tripulantes balanceando una pila de vasos de plástico, una botella de refresco y una botella de ron. Sí, ron y refrescos mientras flotábamos en medio del océano. Puro. Dicha.
Después de un rato, llegó la hora de volver a subir al catamarán con destino a la isla Saona. Nos dedicamos a no hacer nada: mirar las olas, reír, charlar, sentir la brisa mientras avanzábamos. La actividad más agotadora era ir a la cocina a por otro trozo de piña o un poco más de ron.
Llegamos a la hermosa isla de Saona.
La isla Saona, o Bella Savonesa, como la bautizó Cristóbal Colón en 1494, está situada frente al extremo sureste de la República Dominicana. La isla forma parte de un parque nacional, lo que ha ayudado a preservar sus playas, sus aguas y su dosel de palmeras gigantes. Era tan hermosa que parecía que Photoshop había cobrado vida.
Ya era la hora de comer cuando llegamos a la isla. Nos prepararon una ensalada, langosta, pollo, verduras y todo lo delicioso bajo el sol. Hubo más cócteles, más risas, más respiraciones profundas de aire marino antes de que nos trasladáramos a las sillas de la playa.
Durante un par de horas, saltamos con las olas en el océano y dormimos la siesta bajo las palmeras. Vimos un poco de voleibol y hundimos los pies en la suave arena. Luego no hicimos nada y todo lo que queríamos, todo al mismo tiempo.
Demasiado pronto, era hora de dejar nuestra isla paradisíaca para volver a Punta Cana para otra aventura.